jueves, 29 de enero de 2015

DE LA ADVERSIDAD A LA ESPERANZA




La inmediatez de las dificultades que nos suceden y que pueden ocupar un amplio espectro de conflictos y sufrimientos exigen nuestro esfuerzo cotidiano, y a menudo, ocupan la mayor parte de nuestras energías y nuestro tiempo quitándonos la posibilidad de vislumbrar nuestra perspectiva de vida.


"El hombre tiene la peculiaridad de que no puede vivir si no mira al futuro" y esto reviste toda una filosofía que requiere de nosotros la mayor predisposición para afrontar el presente sin perder de vista nuestros grandes objetivos y anhelos. Que el árbol no nos impida la visión del bosque implica mantener la perspectiva que facilita el rumbo.


Decía Nietzche: "Quien tiene algo por qué vivir, es capaz de soportar cualquier cómo".


Mirar el futuro a partir de nuestros proyectos, aspiraciones, anhelos o simplemente a partir de quienes nos necesitan a su lado implica infundirnos de la energía que revitaliza nuestro físico y reconforta nuestro espíritu.


El pesimismo, la falta de esperanza y la sensación que nos invade cuando no hallamos las salidas a nuestras dificultades tienen su punto de partida en la actitud que cada uno asuma frente a la adversidad, actitud que puede darnos la oportunidad de tomar el control de la situación y no a la inversa, asumiendo con dignidad y responsabilidad el desafío que la vida nos impone, aun cuando no haya alternativas.


"La emoción, que constituye sufrimiento, deja de serlo tan pronto como nos formamos una idea clara y precisa del mismo", decía Spinoza en su "Ética".


La vida constituye una verdadera escuela para el espíritu y cada una de sus existencias tiene por lo tanto un significado trascendente, no sólo a partir de nuestras realizaciones sino también de nuestras privaciones, luchas y sufrimientos.


Todo ellos nos ejercitan  en el desarrollo de aptitudes y capacidades para nuestro desenvolvimiento, compensando nuestras carencias materiales y espirituales.


No existen dos vidas iguales. Cada vida es distinta porque cada espíritu la ha forjado a partir de una historia diferente. La unicidad es lo que diferencia cada situación y cada desafío. Nadie puede ocupar nuestro lugar y somos nosotros quienes debemos encontrar el sentido a nuestro esfuerzo y a nuestra lucha. La llave está en nuestra actitud frente a la adversidad siendo los únicos responsables de nuestros actos, de nuestras obras, de lo que decimos y hacemos y también de lo que dejamos de hacer.


La humildad de nuestro proceder, la confianza en nuestros valores para concretar nuestros anhelos y el amor de los seres queridos son algunas de las herramientas con las que podemos contar para capitalizar nuestra experiencia de vida.








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